Número 35 – 10

Política económica y género

(sección coordinada por Lorenzo Escot Mangas y José Andrés Fernández Cornejo, profesores del Departamento de Economía Aplicada, Pública y Política, Universidad Complutense de Madrid)

La penalización por hijo en España[1]

Alicia De Quinto (Universidad Autónoma de Madrid)

Tras el conocido trabajo de investigación llevado a cabo por Kleven, Landais y Søgaard en 2019, en el que se identificaba la maternidad como principal causante de la brecha salarial de género en Dinamarca, muchos autores han querido replicar el estudio para medir la penalización en los ingresos por hijos en otros países y comparar los resultados. De hecho, poco después se repitió el estudio para otros cinco países (Reino Unido, Estados Unidos, Alemania, Austria y Suecia), más tarde también para Finlandia y Holanda y, además, se realizaron análisis similares con Francia, Chile o Uruguay, entre otros.

En España, podemos encontrar un análisis preliminar de esta cuestión en mayo de 2019, que se complementa con nuestro artículo (The child penalty: evidence from Spain) publicado en SERIEs el pasado mes de julio. Este estudio, conjunto con dos investigadores del Banco de España (Laura Hospido y Carlos Sanz) cuantifica la penalización por hijos y trata de identificar mecanismos subyacentes tales como el nivel educativo de los trabajadores o las características del sector de actividad en que se encuadran y su contrato laboral.

La siguiente tabla recoge las estimaciones de la penalización en los ingresos laborales tras la maternidad para distintos países. En el contexto internacional, España sale mejor parada que Estados Unidos y se sitúa cerca de los distintos países nórdicos, con un alto grado de igualdad de género. Este fenómeno no es sorprendente dada la rápida extensión de los valores feministas observada en los últimos años.[2]

Nuestro artículo se nutre de la Muestra Continua de Vidas Laborales (MCVL) para los años 2005 a 2018, la cual permite reconstruir la historia laboral de los trabajadores con datos mensuales de sus ingresos desde el año 1980. Siguiendo otros estudios similares, realizamos un seguimiento de cada trabajador durante 15 años (de 5 años antes hasta 10 años después del nacimiento de su primer hijo) considerando aquellos que permanecen afiliados a la Seguridad Social durante todo el periodo. La medida de ingresos laborales se calcula a partir de las bases de cotización mensuales, para las que disponemos de datos históricos completos desde los años noventa. También exploramos la opción de utilizar los registros tributarios, con resultados similares. Así, nuestro análisis se construye a partir de una muestra de aproximadamente 264.000 madres y 279.000 padres para el periodo 1990-2018, lo que supone casi 95 millones de observaciones mensuales.

Para facilitar la comparativa internacional, seguimos la misma metodología que en el resto de estudios anteriormente mencionados: cotejamos los ingresos laborales (además de otras variables) de madres y padres alrededor del evento del nacimiento de su primer hijo -en concreto, de 5 años antes a 10 años después de dar a luz-.

La siguiente figura ilustra el resultado principal del estudio: En el año consecutivo al nacimiento de su primer hijo, las madres afrontan una pérdida en sus ingresos brutos del 11,2% -respecto al nivel de ingresos inmediatamente anterior al nacimiento-, mientras que los ingresos brutos de los padres apenas varían. Durante el segundo año, los ingresos brutos de las mujeres continúan disminuyendo hasta un 19,5%, siendo este el preámbulo de una tendencia divergente en los ingresos de padres y madres que continúa hasta 10 años después del nacimiento de su primer hijo. Precisamente en ese punto, los ingresos de las madres se estabilizan alrededor del 33% de pérdida, mientras que los de los padres disminuyen un 5%. Por lo tanto, estimamos que la penalización por hijos en el largo plazo es del 28%.

Además, contemplamos algunos mecanismos que podrían explicar esta brecha de género: las diferencias en el número de días trabajados y en la probabilidad de trabajar a tiempo parcial o con un contrato temporal. Se observa que, aun siguiendo hombres y mujeres una tendencia similar antes de convertirse en padres y madres, el número de días trabajados durante el año disminuye drásticamente para las mujeres después de dar a luz, mientras que el de los hombres se mantiene mucho más estable.

Asimismo, encontramos una amplia diferencia en la probabilidad de trabajar a tiempo parcial, que aumenta considerablemente para las madres y disminuye para los padres, resultando en una brecha del 43% tras 10 años.

Por último, las madres tienen mayor probabilidad de trabajar con un contrato temporal -un 29% después de 10 años-, mientras que la de los padres es un 6% menor.

Por completitud, también consideramos dos mecanismos complementarios: la probabilidad de trabajar en sectores flexibles y en sectores conocidos por demandar horas extra a sus trabajadores[3]. Concluimos que la probabilidad de trabajar en sectores que demandan horas extra disminuye para las mujeres en el año inmediatamente posterior al nacimiento de su primer hijo, y no alcanza los niveles previos al parto hasta 6 o incluso 10 años después, dependiendo del número de horas semanales considerado. Por el contrario, en el caso de los padres, la probabilidad de trabajar en dichos sectores aumenta continuamente a lo largo de los años, dejando una brecha notable entre hombres y mujeres. Las madres tienen, sin embargo, una mayor probabilidad de trabajar en sectores flexibles y, aunque esta probabilidad apenas cambia para los padres, la brecha se estrecha rápidamente e incluso desaparece 3 años después del nacimiento de su primer hijo.

El estudio también encuentra diferencias por nivel educativo. La penalización en el nivel de ingresos y en el número de días trabajados en el año es significativamente mayor para las mujeres no universitarias que para las universitarias. Sin embargo, las madres universitarias tienen más probabilidad de trabajar a tiempo parcial, aunque este efecto tiende a desaparecer con el tiempo. Por último, las mujeres no universitarias tienen más probabilidad de trabajar con un contrato temporal. En este caso, excepcionalmente, también se observan diferencias para los hombres: la probabilidad de tener un trabajo temporal disminuye significativamente para los hombres universitarios después de ser padres, mientras que esta probabilidad apenas cambia para los hombres no universitarios.

[1] Este artículo también se ha publicado recientemente en 5centims.cat, un blog de laSocietat Catalana d’Economia

[2] Véase Evans, A. (2021). “Spain’s feminist secret: the backlash against religious authoritarianism and the Almodóvar effect”. Una versión en español está disponible.

[3] Definimos un sector como flexible si está por encima de la mediana en la proporción de trabajadores que pueden ajustar su horario laboral o días de permiso por motivos familiares; asimismo, los sectores conocidos por demandar horas extra son aquellos que están por encima de la mediana en la proporción de trabajadores que invierten 40 (y, alternativamente, 50) horas semanales en el trabajo.



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