Homenaje a Luis Rodríguez Sáiz (extra 2022) – 2

Luis Rodríguez Sáiz: otra presencia

(por Andrés Fernández Díaz, Catedrático de Política Económica de la Universidad Complutense y Ancien Professeur de L´Université-Paris-Sorbonne)

 

Finalizaba la década de los sesenta, y tras haberme doctorado en la Universidad de Roma (1964) y en la Universidad Complutense (1967), de la que ya era Profesor Adjunto de Política Económica, me incorporé al Centro de Estudios Universitarios (CEU), entonces Colegio Universitario adscrito a la Complutense, y en el que se estudiaban los tres primeros cursos de la carrera de Ciencias Económicas. Había llegado en los mejores tiempos de la institución regida por la ACdP, con excelentes profesores, como Ricardo Calle Sáinz o Antonio Fernández Galiano, relevantes Catedráticos de la UCM, y con un alumnado ilusionado y estimulante de los que saldrían con el paso del tiempo brillantes y destacados profesionales, como los profesores José Alberto Parejo Gámir y Javier Martín Pliego, ambos prestigiosos y entrañables amigos. Y allí, en ese privilegiado escenario, me encontraría con nuestro querido Luis, que se estrenaba impartiendo clases prácticas de Economía y de Estadística. No tardé tiempo alguno en darme cuenta de la calidad humana y de los muchos valores que portaba el nuevo profesor, así como de la sólida formación que poseía debido, en gran parte, a su paso por la Academia General Militar de Zaragoza de la que saldría como Oficial con el número Uno de su promoción, algo excepcionalmente difícil de conseguir y digno de admiración. Ello suponía rigor en el trabajo, autodisciplina en el esfuerzo, disponibilidad sin discontinuidades y legítima satisfacción por la obra bien hecha.

A partir de ese afortunado encuentro en el CEU iniciamos una andadura en común, tanto en el plano profesional como en el personal, que no se interrumpiría a lo largo de los años y que daría lugar a frutos y resultados verdaderamente satisfactorios. En el año 1986, aparecía la 4ª edición del libro Introducción y Metodología de la Política Económica que venía publicando desde 1976, y que constituía el manual utilizado de forma generalizada. En ella, con prólogo de Carlo Pace, reconocido Catedrático de La Sapienza, se incorporaba como coautor al profesor Luis Rodríguez Sáiz, iniciándose así una permanente colaboración entre ambos en libros y artículos sobre la materia y otras áreas con ella relacionadas. Su buena preparación matemática sintonizaba muy bien con el enfoque que yo le daba a la asignatura y a los textos que se adecuaban a la misma. En el camino que íbamos recorriendo dábamos conferencias o presentábamos los trabajos realizados conjuntamente en conocidas universidades de Canadá, Estados Unidos, Francia e Italia, por citar los más importantes.

Podría continuar considerando otras muchas actividades y vías de fructífera colaboración, pero, cambiando de rumbo y desde otras dimensiones debo y deseo hablar de Luis incluso dirigiéndome directamente a él de forma más íntima y profunda porque, siguiendo a Heidegger, se “es” aunque se deje de “estar en”, pensamiento que nos remite al siempre genial Pessoa cuando afirma en uno de sus poemas que “morir es doblar la curva del camino y no ser visto”. No se está o se está de otra forma, pero se “sigue siendo”.

Parafraseando a San Agustín, en mi confesión calla la palabra y clama el afecto, y podríamos decir con él que tus años son un día, y tu día no es cada día, sino un hoy, porque tu hoy no cede el paso al mañana, ni sucede al día de ayer. Tu hoy es la eternidad. Sí, querido Luis, es el momento de hablar de ti, y ello requiere hablar del tiempo, del tiempo como instante instantáneo, como átomo de silencio, como instante fecundo, del tiempo de Proust, incorporado y reencontrado en la sensación, un tiempo que se toca, casi sensual. Y hablar del tiempo nos lleva a considerar la dualidad cuerpo y alma, lo cual, a su turno, me permite el atrevimiento de definirte partiendo de una sorprendente afirmación que hiciera en 1473 Marsilio Ficino, fundador de la famosa Academia platónica florentina y maestro de los filósofos renacentistas italianos: “Ciertamente el alma es el hombre mismo y el cuerpo no es sino su sombra”. No encuentro una frase más adecuada, por polémica y desafiante que pueda resultar, para hacer un boceto de cuanto eres y significas para mí: un hombre íntegro, un hombre de honor, inteligente, estudioso y trabajador infatigable, amigo leal e incondicional, verdadero “compagnon”, con todo lo que guarda y quiere decir este apelativo en la lengua de Molière, un hombre que hace buenas las palabras de Ficino, pues en todo momento de este deambular compartido el alma y el hombre eran la misma cosa. Tu sonrisa permanente, tu entrega continua, tu gesto siempre amable, tu palabra acertada y oportuna en cualquier circunstancia que estuviésemos viviendo, no eran sino el fluir y la expresión de tu espíritu, de la palpabilidad de tu alma. Gracias, querido Luis, por la lección magistral que con tu vida nos has dado.

 

 

Madrid, domingo de Ramos del 2022



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