Número 39 – 5
Fundamentos de Política Económica
Adam Smith, el relato neoliberal y la política económica
(por Juan Carlos Palacios Cívico, Universitat de Barcelona, jcpalacios@ub.edu)
En estos tiempos en los que la cuestión del relato forma parte de cualquier análisis político que se precie, es interesante reflexionar sobre cómo se ha construido el relato económico a lo largo de la historia. El papel concedido, por ejemplo, a la sociedad o al individuo, la visión social de la desigualdad, el reconocimiento (o no) de conflictos y agentes con intereses divergentes o la propia idea de una ciencia económica exacta y precisa (capaz de fundamentar políticas neutrales) son elementos constituyentes de una narrativa al servicio de los intereses y objetivos de la visión dominante en cada momento.
Otro aspecto interesante de la construcción del relato económico (y del cuerpo teórico al que acompaña) tiene que ver con la forma en la que se adoptan (y adaptan) conceptos e ideas precedentes. Y es que, si bien la construcción de conocimiento económico se hace siempre sobre la base de un sustrato teórico previo (que no se debe ignorar, en ningún caso) y la adopción de aquellos conceptos que se consideran válidos y compatibles con los nuevos planteamientos, la historia del pensamiento económico ofrece ejemplos de asimilaciones y reivindicaciones teóricas que, por su parcialidad o falta de fidelidad al espíritu del cuerpo teórico del que proceden, han contribuido más a desdibujar la figura que se quiere reivindicar que a la difusión de su pensamiento. Entre los múltiples ejemplos de lo anterior puede citarse la síntesis neoclásica-keynesiana o aquellos análisis neokeynesianos que, si bien incorporan algunos elementos keynesianos, han servido, esencialmente, para legitimar y justificar teóricamente algunas de las políticas económicas más combatidas por el propio Keynes a lo largo de su obra (como la conveniencia de que el libre mercado resuelva por sí solo el problema del desempleo).
- La vertiente moral de la obra de Adam Smith
En el presente artículo nos centramos en una de las grandes figuras de la ciencia económica, Adam Smith, y en la forma en la que el actual mainstream neoliberal decidió ignorar aquella parte de su obra centrada en las cuestiones morales que, aunque esenciales para comprender su visión de la sociedad y la economía, resultaban incompatibles con un relato económico al servicio, básicamente, de justificar la desigualdad y el sálvese quien pueda.
Un ejemplo claro de lo anterior lo encontramos en su concepto de simpatía: entendida como la capacidad de ponernos en el lugar del otro y de entender su forma de sentir. Con ello, Smith nos recuerda que, si bien no podemos ser las otras personas ni sentir sus emociones con la misma intensidad, sí podemos y debemos imaginar cómo se sienten; experimentando de ese modo la emoción propia de asumir su situación. La simpatía smithiana constituye además la base moral de cualquier conducta, dado que la aprobación que buscamos para nuestros actos no se encuentra tanto en la noción egoísta de satisfacer solamente necesidades propias, sino también las del otro, a través de un intercambio que busca un bien común. El mecanismo por el que tendríamos en cuenta las necesidades de los otros derivaría, por lo tanto, del juicio moral que emitimos hacia nosotros mismos, en tanto que espectadores imaginarios de nuestras propias conductas. Es por ello por lo que no solo nos importa el reproche que los demás puedan hacer de nuestros actos sino también el ser (o sentirnos) reprochables.
Esa misma idea es la que lleva al economista escocés a preguntarse “¿qué mayor felicidad hay que la de ser amado y saber que lo merecemos?” o “¿qué mayor desgracia que la de ser odiado y saber que lo merecemos?” (Smith, 2004). La ética planteada en la obra de Smith no descansa, en consecuencia, en principios de utilidad individual o social (como sí lo harían la de posteriores autores como Bentham) sino en la noción de simpatía o en la capacidad de ponernos en el lugar del otro. Desde el punto de vista moral, la simpatía se vuelve aún más relevante ante el dolor ajeno; en palabras de Smith, unas “emociones amargas y dolorosas que requieren más vehementemente el consuelo reparador de la simpatía” (Smith, 2004).
- Política Económica Neoliberal: ¿una derivada natural del pensamiento smithiano?
La condición de mito fundacional del neoliberalismo que algunos han querido ver en Adam Smith obliga a preguntarse si la deriva que la política económica ha experimentado desde la década de los 70 se ajusta a los postulados defendidos por el economista escocés o si, por el contrario, se trata más bien de una apropiación tendenciosa de su figura. Con el fin de responder a esa pregunta, analizamos a continuación el encaje de los dos elementos centrales del neoliberalismo, en términos de objetivos y mecanismos, en el pensamiento smithiano.
2.1. Primacía de la eficiencia y el crecimiento económico por encima de otros objetivos como la reducción de la desigualdad o de la pobreza
Uno de los cambios más sustanciales que el monetarismo/neoliberalismo introdujo en la política económica tuvo que ver con la reordenación de los objetivos de la política económica; al relegar a un plano marginal al pleno empleo y la reducción de la desigualdad, centrales en el pensamiento keynesiano, en favor de la maximización de la eficiencia y el crecimiento económico. Hasta tal punto es así que, lejos de tratarla como un verdadero problema, el enfoque neoliberal nos presenta la desigualdad como un incentivo necesario para el crecimiento económico (al estimular tres de sus palancas más importantes: inversión, trabajo y educación) contra el que no tendría ningún sentido luchar. Igualmente, los gobiernos deberían abstenerse de combatir una pobreza que el propio crecimiento económico se encargará de resolver por sí mismo, mediante el famoso efecto filtración (trickle down effect), dado que la intervención estatal acabaría generando distorsiones que minarían la eficiencia y alejarían el objetivo que pretendían perseguir. Sin menospreciar la importancia que Smith otorga a la eficiencia y a la productividad, la preocupación del economista escocés por la desigualdad y la pobreza constituyen, sin duda, un elemento central en su obra. De hecho, una de las condiciones del espectador imparcial es la de ver como iguales a todos los seres humanos. Al otorgar a los intereses de otras personas el mismo valor que a los propios, Smith se sitúa en una posición igualitarista que parece incompatible con la aceptación de grandes diferencias materiales (las cuales considera injustificables en numerosos casos). La preocupación de Smith por los temas distributivos vuelve a quedar clara en su crítica a las élites económicas y a los patronos (a quienes acusa de aliarse, tácitamente, para no subir los salarios y elevar los precios con tasas de beneficio injustificadamente altas) y, especialmente, en su visión de la pobreza y de los pobres que, en opinión de Himmelfarb (1984) y Baugh (1983), puede considerarse el elemento más revolucionario de toda su obra. En relación con lo anterior, Himmelfarb nos recuerda que la defensa efusiva que Smith realiza de los derechos de los más desfavorecidos tiene lugar en un contexto y una sociedad que consideraba que los pobres debían seguir manteniéndose pobres, por el incentivo que eso suponía para el trabajo de éstos y por el alto coste económico de programas de ayuda como el que representaba la “Ley de Pobres” británica (Himmelfarb, 1984).
2.2. Estado mínimo y fe ciega en el libre mercado
Como es sabido, el neoliberalismo apuesta por reducir al máximo el papel del Estado y la desregulación de los mercados, como garantías de la máxima eficiencia y el equilibrio económico. En ese esquema, entender el egoísmo individual como el verdadero motor del progreso social resulta enormemente funcional. Sin embargo, aunque Smith reconoce la utilidad del egoísmo para el intercambio, está lejos de ver en esta forma de actuar el fundamento central de las relaciones humanas; reconociendo, incluso, que dicho egoísmo puede producir resultados desastrosos para el conjunto de la sociedad. Asimismo, si bien es cierto que Smith critica la burocratización y corrupción existente en el Estado; eso no le impide apelar a leyes que garanticen la justicia y a instituciones que acompañen al mercado y contribuyan a la estabilidad, la equidad y la reducción de la pobreza (Sen, 2010). El mejor ejemplo de ello puede encontrarse en el libro quinto (y parte del cuarto) de La Riqueza de las Naciones, dedicado a describir el papel del Soberano y la República y sus principales fuentes de financiación[1]. En esta parte de su obra pueden encontrarse medidas intervencionistas y redistributivas, como la transferencia de parte de la riqueza de los ricos a los pobres (especialmente aquella asociada a las herencias), la implantación de impuestos progresivos (con mayores tasas para los ricos o que graven bienes exclusivos como los vehículos de lujo) o la utilización de los ingresos fiscales para financiar servicios que beneficien en mayor medida a los pobres, como la promoción de la escolarización pública (Smith, 1994). No parece, por lo tanto, que Smith pudiera sentirse muy cómodo escuchando a políticas neoliberales, como Margaret Thatcher, afirmar, en relación con la sociedad, que “no existe tal cosa”, sino solo individuos; individuos dueños y responsables de sus problemas y desdichas y que no deben aspirar, en modo alguno, a que la intervención del Estado (como representante último de la sociedad) alivie sus dolores y amarguras.
- Conclusiones
Como veíamos anteriormente, la importancia de la dimensión ética de la obra de Adam Smith contrasta con los planteamientos y recomendaciones de una economía convencional que, a pesar de haber hecho del filósofo escocés su principal referente e ideólogo, parece haber olvidado casi por completo el componente moral de sus planteamientos. Y es que las políticas y narrativas neoliberales han servido, sobre todo, para naturalizar esas situaciones “amargas y dolorosas” con las que, según Smith, debemos simpatizar de forma vehemente, como por ejemplo, el alto desempleo (cuya superación queda supeditada al control de la inflación y a los equilibrios macroeconómicos), los elevados niveles de desigualdad, la no eliminación de la pobreza (y el surgimiento de nuevos fenómenos como el de los/as trabajadores/as pobres), la disminución de los derechos laborales y sociales o el propio desmantelamiento del Estado social.
Parece, por lo tanto, que el pensamiento económico neoliberal decidió encumbrar determinados elementos smithianos (como la la división del trabajo, el libre comercio o la propiedad privada) al mismo tiempo que obviaba, casi por completo, la dimensión ética y moralista de una obra que defiende, entre otros aspectos, que la actuación de cada persona en el mercado quede supeditada a no violar las leyes de la justicia; como bien nos recuerda al afirmar que “por más egoísta que se pueda suponer al hombre, existen evidentemente en su naturaleza algunos principios que le hacen interesarse por la suerte de otros, y hacen que la felicidad de éstos resulte necesaria, aunque no derive de ella más que el placer de contemplarla”. Una preocupación por la felicidad de los otros que parece ubicarse en las antípodas del relato neoliberal; cada vez más darwinista y dispuesto a resolver cualquier dilema ético, responsabilizando a los individuos de su propia desdicha y diluyendo la responsabilidad social bajo la falsa promesa y el espejismo de la igualdad de oportunidades.
La recuperación de esa parte, intencionadamente olvidada, de la obra de Adam Smith debe contribuir a la construcción de una nueva narrativa que reivindique el papel del Estado, las instituciones, la política económica y la política social, como los únicos instrumentos, dentro del capitalismo, capaces de controlar la tendencia natural del mercado a expandir las desigualdades (y con ellas la explotación, la pobreza y la exclusión), garantizar el bienestar del conjunto de la sociedad y hacer más sostenibles (económica, política y medioambientalmente) las propias dinámicas del sistema.
Bibliografía
Baugh, D. A. (1983): “Poverty, Protestantism and Political Economy: English Attitudes Toward The Poor, 1660-1800” en Stephen Baxter (ed.), England´s Rise to Graetness. Berkeley: University of California Press.
Camps, H. (2022): “Recuperando a Adam Smith, genealogía de un engaño”. https://rebelion.org/recuperando-a-adam-smith-genealogia-de-un-engano-2/
Himmelbarb, G. 1984. The Idea of Poverty. New York: Knopf.
Sen (2010). “Adam Smith y el mundo contemporáneo”. Erasmus Journal for Philosophy and Economics, Vol.3, nº.1, Spring 2010, pp.50-67. http://ejpe.org/pdf/3-1-art-3.pdf
Smith, A (1994). La riqueza de las naciones. Madrid: Alianza
Smith, A (2004). La teoría de los sentimientos morales. Madrid: Alianza.
[1] A este respecto, resulta relevante destacar cómo interpretaciones posteriores, como la realizada por Jean Baptiste Say en su Tratado de Economía Política, ignoran casi por completo esa parte de la obra de Smith.