Noticias 44 – 10
Pro et contra…
Control de precios en un contexto de inflación
Pro…
La supervisión y regulación de precios
(por Ferran Elias Moreno, Profesor Visitante Departamento de Economía, Universidad de Girona, ferran.elias@udg.edu)
El saber convencional en economía considera que es mejor no regular los precios. En general, se otorga a las empresas el poder de decidir sus precios confiando en que el ejercicio de la competencia es suficiente para garantizar un sistema de producción eficiente y evitar abusos de poder por parte de los vendedores.
Sin embargo, hay motivos para regular los precios, sin que esto signifique renunciar a las ventajas que tiene el mercado como institución de coordinación descentralizada. En esta nota presentamos primero cuatro argumentos a favor de la regulación de precios. A continuación, detallamos una propuesta sobre cómo institucionalizarla. Finalmente, consideramos el papel que el control de precios puede tener en una espiral inflacionaria.
Argumentos a favor de la regulación de precios
En primer lugar, la alta concentración de muchos sectores económicos indica que no podemos confiar en que la competencia sea suficiente para garantizar unos precios que reflejen los costos marginales. Más bien, la alta concentración nos señala que hay una distancia creciente entre precios y costos marginales (De Loecker et al., 2020). Es más, la elevada concentración empresarial es característica de los tres sectores donde se concentra casi el 50% del gasto de los hogares: vivienda, energía y alimentos. El mercado de la energía es un oligopolio donde unas pocas empresas dominan el sector. En el sector de alimentos, la distribución también está mayoritariamente controlada por unas pocas cadenas de supermercados. En el caso del mercado de alquileres de vivienda, los datos públicos disponibles sobre la propiedad de inmuebles de alquiler son escasos. Sin embargo, hay evidencia de que desde la Gran Recesión muchos fondos de inversión han comprado apartamentos para lucrarse con el negocio del alquiler.
En segundo lugar, y a pesar del saber convencional que demoniza la regulación de precios, vivimos rodeados de precios administrados, sin que se cumplan los presagios tremendistas de los detractores del control de precios. Algunos ejemplos son el salario mínimo, los precios de los medicamentos o las mascarillas, o el tope al gas.
El salario mínimo es un caso interesante. Por un lado, porque ha tenido y tiene muchos detractores que, de forma similar a los que se oponen a la regulación de precios, argumentan que los efectos perniciosos que tiene sobre la ocupación son mayores que las ganancias salariales que provoca. Por otro lado, porque existe una abundante evidencia empírica que, desde hace más de tres décadas muestra abrumadoramente que el salario mínimo aumento los ingresos de los trabajadores más vulnerables sin casi efectos negativos sobre el empleo (Cengiz et al, 2019; Dube, 2019; Dube et al., 2010). ¿Cómo es posible? La literatura señala el poder de mercado de los empresarios a la hora de contratar como el responsible de que se paguen salarios muy bajos y que, por tanto, el salario mínimo no destruya puestos de trabajo, sino que ayude a compensar la asimetría de poder entre empresarios y trabajadores.
En tercer lugar, la evolución de las economías de Rusia y China desde su paulatina incorporación al capitalismo es muy reveladora (Weber, 2021). En Rusia, los precios se liberalizaron de un día para otro, lo que produjo un hundimiento de la economía y una hiperinflación. En cambio, en China se adoptó un enfoque de liberalización de precios gradual: se mantuvo el control sobre precios de bienes básicos mientras se liberalizaban el resto. ¿Cuál fue el resultado? Una gran expansión del PIB de China durante las décadas siguientes y una inflación bajo control.
En cuarto lugar, la regulación de precios implica dotar al estado de un instrumento más para regular la economía. Volviendo a la comparación entre China y Rusia. La regulación de precios se puede usar para crear mercados de forma paulatina, el caso de China, y la falta de regulación puede desorganizar los sistemas de producción de un país, el caso de Rusia. Asimismo, en un contexto inflacionario como el vivido recientemente en 2022, con fuertes sospechas de inflación provocada por aumento de márgenes empresariales, la regulación de precios también se puede usar para evitar que empresas con poder de mercado abusen de su posición de dominio, y proteger de esta forma a los consumidores y a la sociedad.
En resumen, la alta concentración de muchos sectores, la evidencia empírica de algunos precios administrados y la evidencia histórica son argumentos para regular los precios. Entonces, la siguiente pregunta es: ¿cómo se regulan los precios?
La institucionalización de la supervisión y regulación de precios
En esta sección, pensamos cómo implementar una política de regulación de precios. Para ello, primero defendemos la necesidad de mejores datos sobre precios y costos de producción. En segundo lugar, recurrimos a las lecciones aprendidas de la intervención de precios implementada en Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial, que pueden servir como principios para guiar la regulación de precios hoy en día.
El primer paso para una política de ingresos que pueda regular los precios es tener información detallada sobre los precios. De hecho, las administraciones públicas ya tienen estos datos, ya que el IVA se aplica a todas las transacciones comerciales, y por lo tanto, el Estado tiene conocimiento de los precios y los costos de producción no laborales a lo largo de la cadena de producción. Esta información puede complementarse con estadísticas de la Seguridad Social sobre los costos de producción laboral. De hecho, la reciente creación del Observatorio de Márgenes Empresariales es un buen paso en esta dirección.
Con estos datos disponibles, ¿cómo pueden ser utilizados? ¿Cuándo debería regularse un precio? ¿Y cómo? Para ayudar a responder a la última pregunta, el libro de Galbraith (1952) ofrece algunos conocimientos muy útiles. Durante la Segunda Guerra Mundial, Galbraith trabajó en la Oficina de Administración de Precios (OPA) de EE.UU., que se encargaba de limitar la inflación para que no interfiriera con el objetivo de ganar la guerra. Galbraith extrae dos lecciones muy prácticas de este período. La primera es cómo decidir el precio adecuado. Según él, la forma más segura y efectiva de intervención es establecer un precio máximo equivalente a los últimos precios observados en el mercado. De esta manera, por un lado, se asegura la rentabilidad de las empresas porque pueden seguir vendiendo a precios que consideraban rentables. Por otro lado, las empresas son libres de reducir los precios si pueden, aumentando así sus beneficios a través de más ventas. La segunda lección es en qué parte de la cadena de producción y distribución es mejor limitar los precios. La conclusión es que es más fácil regular un precio en las partes de la cadena donde hay menos empresas. Galbraith presenta dos argumentos para defender esta posición. En primer lugar, en mercados donde hay menos empresas, los precios ya son de hecho administrados por la junta directiva de las empresas. En otras palabras, las empresas ya son formadoras de precios y no tomadoras de precios. Según Galbraith, es más fácil regular cuando las empresas ya están acostumbradas a gobernar sus precios. En segundo lugar, el autor considera que el monitoreo del cumplimiento del precio máximo es mucho más fácil en un segmento con menos empresas, ya que hay menos información que recopilar y procesar.
Una vez discutidas las necesidades de datos y los principios rectores de la política de ingresos respecto a los precios, ¿cuál debería ser el próximo paso? Para que se convierta en una fuente de información creíble y estable y para que la tarea se lleve a cabo con éxito, una institución pública necesita supervisar el proceso. Se podría crear por tanto una Oficina de Supervisión y Regulación de Precios (OSRP). Galbraith (1952) explica en su libro que durante la Segunda Guerra Mundial solo se necesitó alrededor de 1,000 trabajadores en la OPA de EE.UU. para monitorear los precios y controlar la inflación en un país que, en ese momento, tenía una población de 140 millones. Con las tecnologías de la información actuales, es probable que el mismo trabajo pueda hacerse con mayor detalle y con incluso menos personal. En resumen, vemos a la OSRP con dos tareas principales. La primera sería el desarrollo de estadísticas sobre precios, beneficios y márgenes empresariales para informar al Estado y a los ciudadanos sobre la distribución de ingresos entre los principales agentes económicos y asesorar sobre el diseño de la política de ingresos. La segunda sería la implementación de topes de precios para prevenir episodios inflacionarios o limitar los márgenes empresariales que se derivan del poder de mercado.
Supervisión y regulación de precios en períodos inflacionarios
Después de presentar argumentos a favor de la regulación de precios y hacer propuestas para su institucionalización, ahora consideramos si el control de precios debería ser cualitativamente diferente en una espiral inflacionaria. Para hacer esto, utilizamos el concepto de «inflación inducida por vendedores» (Lerner, 1958). En general, las empresas aumentan los precios por dos razones: quieren mantener beneficios, o quieren aumentarlos. Esto contrasta con la espiral precios-salarios, que culpa a los trabajadores de generar inflación al pedir aumentos salariales. Una consideración alternativa es el concepto de sectores significativamente sistémicos (Weber et al., 2024). Examinamos más de cerca estas ideas a continuación.
En un artículo reciente, Weber y Wasner (2023) desarrollan el concepto de Lerner. En su contribución presentan al menos tres argumentos que pueden ayudar, por un lado, a entender la situación desencadenada en 2022 y, por otro lado, a considerar el papel de la supervisión de precios como una política dinámica que puede diferir dependiendo de la fuerza del mercado empresarial en cualquier momento dado. Basándose en una revisión de la literatura sobre precios estratégicos, estos autores llegan a varias conclusiones: en primer lugar, las empresas no tienen la costumbre de reducir precios y, por lo tanto, los aumentos de precios suelen ser irreversibles; en segundo lugar, los aumentos de costos a nivel sectorial pueden servir como un mecanismo de coordinación en toda la industria, ya que todas las empresas involucradas quieren proteger sus márgenes y saben que las otras empresas comparten este objetivo; en tercer lugar, si la demanda excede sustancialmente la oferta, las empresas aumentan su poder de mercado o monopolio potencial, aunque sea temporalmente, lo que puede permitirles aumentar los precios para expandir sus márgenes de beneficio.
Por lo tanto, la supervisión y control de precios debería ser más vigilante cuando hay inflación de costos, especialmente si hay un exceso de demanda que confiere un poder de mercado extraordinario a los vendedores. La acción también necesita ser preventiva en lugar de reactiva porque el mismo poder de mercado dificulta que los precios vuelvan a bajar después del período inflacionario. En tal contexto, similar al de eventos recientes y contemporáneos, la OSRP debería monitorear cualquier aumento inusual en los márgenes empresariales. En otras palabras, puede ser razonable que los precios aumenten para mantener el mismo nivel de beneficios, pero no para aprovechar una situación inflacionaria.
Como argumento alternativo, Weber et al. (2024) identifican sectores en la economía de EE.UU. que llaman significativamente sistémicos. En otras palabras, son industrias en las que, si los precios aumentan, el riesgo de contagio a toda la economía es mucho mayor y podría generar una inflación generalizada. Por lo tanto, la OSRP debería tener los datos y los métodos estadísticos necesarios para identificar aquellos sectores que representan los mayores riesgos para la estabilidad monetaria y someterlos a una vigilancia más estricta.
Bibliografía
De Loecker, J., Eeckhout, J. and G. Unger. 2020. “The Rise of Market Power and the Macroeconomic Implications” The Quarterly Journal of Economics, 135 (2): 561-644. https://doi.org/10.1093/qje/qjz041.
Cengiz, D., Dube, A., Lindner, and Lipperer, B. 2019. “The Effect of Minimum Wages on Low-Wage Jobs.” The Quarterly Journal of Economics Vol 134 (3), pp. 1405-1454. http://dx.doi.org/10.1093/qje/qjz014
Dube, A. (2019): “Impacts of Minimum Wages: Review of the International Evidence”. Report for Her Majesty’s Treasury.
Dube, A., Lester, W. and Reich, M. 2010. “Minimum Wage Effects across State Borders: Estimates Using Contiguous Countries.” The Review of Economics and Statistics 92 (4), pp: 945-964. http://dx.doi.org/10.1162/REST_a_00039
Galbraith, J. K. 1952. A Theory of Price Control. Harvard University Press. http://dx.doi.org/10.4159/harvard.9780674333048
Lerner, A. P. 1958. Inflationary Depression and the Regulation of Administered Prices. In The Relationship of Prices to Economic Stability and Growth: Compendium of Papers Submitted by Panelists Appearing before the Joint Economic Committee (pp. 257–268). Washington, D.C.: Government Printing Office
Weber, I. M. 2021. “How China Escaped Shock Therapy: the Market Reform Debate” Routledge Press.
Weber, I. M. and E. Wasner. 2023. “Sellers’ Inflation, Profits and Conflict: Why Can Large Firms Hike Prices in an Emergency?” Review of Keynesian Economics 11 (2), 183-213. https://doi.org/10.4337/roke.2023.02.05
Weber, I. M., Lara, J., Teixera, L. and L. Nassif. 2024. “Inflation in Times of Overlapping Emergencies: Systemically Significant Prices from an Input-Output Perspective”. Industrial and Corporate Change 33 (2), 297-341. http://dx.doi.org/10.1093/icc/dtad080
…Et contra
Sobre el control de precios para reducir la inflación: una visión escéptica
(por Carlos Legna Verna, Profesor emérito, Universidad de La Laguna, clegna@ull.edu.es)
La finalidad de este artículo es analizar los resultados de las políticas de control de precios para contener la inflación, ya sea ésta, general o de los precios de un sector, como es el caso de los de la vivienda, cuestión importante actualmente en España. En otros términos, y para ser más precisos, se trata en este documento del control de precios máximos y no de mínimos, como puede ser el de los salarios o de productos agrícolas. Partiremos de la revisión de la política de control de precios realizada en Argentina durante el gobierno del señor Alberto Fernández, precedente al actual (que hemos estudiado en Legna Verna, 2023 y Legna Verna, 2023b); y luego, a partir de ella, trataremos de deducir algunas conclusiones más generales.
1. El control de precios aplicado en Argentina y sus resultados
El período considerado para este análisis de la inflación argentina y del control de precios comprende desde el inicio de 2020 (el gobierno del Sr. Fernández asumió a fin de diciembre de 2019) hasta agosto de 2023, durante el cual se implementó una política de control de precios. Describiremos brevemente el desarrollo del proceso con la finalidad de deducir algunas conclusiones.
Al inicio del coronavirus en Argentina, marzo de 2020, el gobierno nacional dispuso establecer, “la fiscalización y el control” de los precios de 2.300 productos de alimentos y de limpieza con la intención de que los comercios cumplan con la exigencia de retrotraerlos a los vigentes al 6 de marzo (días previos al inicio de la pandemia); y, simultáneamente, instituyó sanciones a quienes no cumplieran con las normas de control de precios, tales como clausuras del negocio, multas y decomiso de la mercadería. Se había producido una combinación no ciertamente deseable: una tasa de inflación próxima al 40% y una caída de la actividad económica (consecuencia de la pandemia), con su secuela sobre el paro y los ingresos de la población. La intención del gobierno era paliar los efectos de esa conjunción de hechos, como es prácticamente la norma en casi todos los regímenes de control de precios.
El método de control predominante fue el siguiente: en primer lugar, los inspectores, verifican los precios de cada negocio y, si hay subas, se labra un acta y se los compromete a bajarlos a los fijados en la página de precios máximos; en la segunda visita, si no se adecúan los valores de los productos, se clausura el comercio o se impone una multa.
La inflación continuó, y en ascenso (ver tabla 1), lo que significa que el control de precios fracasó como política para reducirla; pero, además, produjo varios efectos negativos (Reinhold & Lafuente, 2023; Legna Verna, 2023a: Legna Verna, 2023b):
- Se hizo evidente, en primer lugar, un problema general del control de precios: la imposibilidad de aplicar la medida a todas las empresas y a todos los productos. En el caso de Argentina, ante esta imposibilidad, se produjo una enorme distorsión de los precios de un mismo artículo cuyo precio estaba sujeto al control, particularmente entre los que se ofrecían en los supermercados (más fáciles de vigilar) y en otros canales comerciales (como los pequeños comercios de barrio), la que fue, según estimaciones para algunos productos, del orden del 50%. Además de que, por sí mismo, esto produce una ineficiente asignación de los recursos, se dificultó la elaboración de presupuestos para realizar todo tipo de trabajos (de la construcción, por ejemplo, pero no exclusivamente), pues era necesario hacer una amplia investigación para determinar dónde conseguir menores precios de los insumos necesarios; y, además, volátiles.
- Los precios de los productos sujetos al control se retrasaron en relación con la tasa general de inflación, lo que acentuó la pérdida de rentabilidad relativa de la producción de éstos respecto de los que no lo estaban, pues los costes de su producción continuaron creciendo. Una empresa puede compensar la baja o negativa rentabilidad de la producción de un artículo con la que obtiene de otros. Pero, lógicamente, tiende a reducir la producción de aquél y a aumentar la de este último; que fue lo que ocurrió. Fenómeno que fue acompañado, muchas veces, con la reducción de la calidad del producto sujeto al control de precios.
- Así, la oferta de los artículos sujetos a control de precios se redujo a la vez que aumentaba su demanda, debido a sus menores precios relativos. Se provocó así escasez de estos productos, largas colas (para comprar combustibles, por ejemplo, a pesar de que Argentina es un productor de petróleo, de gas y de hidroelectricidad), menús de restaurantes sin precio y “arbolitos”[1] para vender o comprar dólares a un precio distinto del oficial (entre la lista de los artículos cuyos precios fueron controlados se encontraban los combustibles y el dólar y otras divisas). Era frecuente que no se encontrara en los supermercados el artículo cuyo precio estaba controlado, pero sí el mismo producto, con una pequeña variación en su presentación, cuyo precio era libre.
- Se generó un constante cambio de los precios relativos, el que de por sí impulsa la inflación si predomina la inflexibilidad a la baja de los precios (Olivera, 1960).
- El control del precio de las divisas combinado con la continuación de la inflación produjo un atraso cambiario, que a su vez repercutió sobre las cuentas del sector externo.
- Si bien no es resultado del control de precios, es oportuno observar que la alta inflación tiene un coste en términos de crecimiento del PIB, pues lo reduce (Álvarez, Beraja, González-Rosada, & Neumeyer, 2019).
La consecuencia de todo esto fue una gran distorsión de los precios relativos de los bienes y también una elevada incertidumbre, acompañados por una caída del salario real y un aumento de la pobreza, cuya mejora del primero y una reducción de la segunda era uno de los objetivos a cuyo logro contribuiría el control de los precios.
Es oportuno mencionar que, en Argentina, y en el mundo, hay una larga tradición de aplicación de controles de precios; y es interesante mencionar un ejemplo, entre los tantos, de sus efectos: en 2008 comenzaron a aplicarse controles de los precios de la carne: se perdieron casi 10 millones de cabezas de ganado en sólo 3 años, porque los productores desviaron la producción hacia otros rubros agrícolas o ganaderos más rentables.
2. Por qué fracasan los controles de precios
La respuesta a la cuestión que plantea el título de esta sección es sencilla: los controles de precios, como medida permanente, fracasan porque ellos no resuelven el problema. Pueden (subrayamos el condicional) ser un paliativo de corto plazo; pero a la larga acentúan el problema, porque tienden a reducir la oferta y a aumentar la demanda.
Los dos tipos de fenómenos inflacionarios corrientemente estudiados en la literatura económica son el de demanda (estimulada por un aumento de la oferta monetaria o por otros factores, como es el caso de los alquileres en varias ciudades de España) y el de costes (como los de algunos bienes, debido a la guerra de Ucrania). A los que en el caso de Argentina les agregamos lo que se podría denominar una tercera clase: la inflación motorizada por el comportamiento de los agentes económicos, que se deriva del aprendizaje que ellos han realizado como consecuencia de la larga historia de inflaciones que ha experimentado el país. Y a ninguna de ellos los soluciona el control de precios.
Los problemas y efectos del control de precios mencionados en el caso de Argentina no difieren de los aplicados en otros países (Neely, 2022;Schuettinger & Butler, 1979); si bien este instrumento de política puede desempeñar un rol limitado durante algunos episodios, como en EEUU durante la segunda guerra mundial (Rockoff, 2002;Rockoff, 1981; Galbraith, 1952).
Bibliografía
Álvarez, F., Beraja, M., González-Rosada, M. G., & Neumeyer, P. A. (2019). From hyperinflation to stable prices: Argentinas evidence on menu cost models. The Quarterly Journal of Economics, 134(1), 451–505.
Galbraith, J. K. (1952). A Theory of Price Control. Cambridge, MA & London: Harvard University Press.
Legna Verna, C. (2023a). Hiperinflación argentina durante el gobierno actual (2019-2023): por qué fracasa la regulación de precios y lecciones de política económica. XVI Jornadas Internacionales de Política Económica (25 y 26 de Mayo). La Laguna, Islas Canarias, España.
Legna Verna, C. (2023b). Una interpretación no monetaria de la inflación argentina durante el período 2019-2023 (No. 10/2023). Alcalá de henares.
Neely, C. J. (2022). Why Price Controls Should Stay in the History Books. Retrieved May 30, 2024, from Federal Reserve Bank of St. Louis, March 24 website: https://www.stlouisfed.org/publications/regional-economist/2022/mar/…
Olivera, J. H. G. (1960). La teoría no monetaria de la inflación. El Trimestre Económico, 27(108), 616–628.
Reinhold, M., & Lafuente, E. (2023, November 6). Inflación bajo la alfombra: los efectos y los riesgos del retraso de unos precios frente a otros. Diario La Nación. Retrieved from https://www.lanacion.com.ar/economia/inflacion-bajo-la-alfombra-los-efectos-y-los-riesgos-del-retraso-de-unos-precios-frente-a-otros-nid05112023/
Rockoff, H. (1981). The Response of the Giant Corporations to Wage and Price Control in World War II. The Journal of Economic History, 41(1), 123–128.
Rockoff, H. (2002). Drastic Measures: A History of Wage and Price Controls in the United States. https://doi.org/DOI: 10.2307/2597032
Schuettinger, R., & Butler, E. (1979). Forty Centuries of Wage and Price Controls: How Not to Fight Inflation. Thornwood, New York: Caroline House, Publishers, Inc.
[1] En Argentina se designa “arbolitos” a los compradores y vendedores de dólares que están en la calle, de pie, por lo que se los nombra así.