Noticias 46 – 8

Políticas económicas estructurales

Actividad emprendedora y crecimiento económico 

(por Miguel-Ángel Galindo-MartínRafael-Sergio Pérez-PujolUniversidad de Castilla-La Mancha- María-Teresa Méndez-PicazoUniversidad Complutense de Madrid-)

  1. Introducción

Los estudios relacionados con los factores que podrían potenciar el crecimiento económico en las sociedades no habían dado gran relevancia al papel que desempeñan los empresarios y, en especial, a sus motivaciones. Por ello, la mayor parte de los análisis se fueron enfocando en los factores del entorno, más que en las intenciones y motivaciones inherentes a estos empresarios y emprendedores (Shane et al., 2003). Estas motivaciones para emprender no eran consideradas en los análisis, bien porque la literatura referente al pensamiento económico no las contemplaba, salvo en contadas ocasiones, o bien porque no existía información estadística sobre ellas.

Conforme se han ido obteniendo datos sobre este campo, se han venido realizando aportaciones, tanto teóricas como empíricas, sobre los factores que favorecen la actividad empresarial en general (por ejemplo, McMullen et al., 2008), y sus motivaciones en particular (por ejemplo, Hessels et al., 2008). Gran parte de estos estudios se han llevado a cabo para el caso de la organización de las empresas y cómo estimular las actividades que éstas estaban desarrollando, o para crear otras nuevas. Pero, desde principios del presente siglo, junto a estos estudios referidos al crecimiento de las empresas, también se han elaborado trabajos sobre cómo afecta el emprendimiento al crecimiento económico.

Desde esta perspectiva, tres son los aspectos que vamos a considerar: las características del emprendimiento, actividad empresarial y política económica y futuras líneas de investigación.

  1. Características del emprendimiento

No existe una única definición de emprendimiento. En términos generales, se suele hacer referencia a diferentes características relacionadas con su actividad. Así, por ejemplo, de las ideas expuestas por Hébert y Link (1989), Bull y Willard (1993) y Lumpkin y Dess (1996), se consideraría como la capacidad y deseo por parte de los individuos para generar nuevos productos, haciendo frente a la incertidumbre existente en los mercados. Una definición más amplia surge de los estudios y análisis de Schumpeter (1911, 1942), quien contempla al emprendedor como un responsable activo que introduce nuevos o transformados bienes, servicios, organizaciones y mercados, mediante unas capacidades propias, lo que da lugar a un cambio o mejora de las economías pasando de un estado estacionario a otro. En todo este proceso, se genera un proceso de destrucción creativa abandonando lo antiguo por lo nuevo (Reinert y Reinert, 2006).

Se trata, por tanto, de una actividad en la que se tiene en cuenta las características y circunstancias de la persona que la va a llevar a cabo, los obstáculos a los que se tiene que enfrentar y la necesidad de buscar información para conseguir que los procesos de producción sean lo más eficientes posibles (Galindo y Méndez, 2011, pp. 64–65).

Teniendo en cuenta estas características, desde una perspectiva moderna, se pueden distinguir cuatro formas de comportamiento de los emprendedores:

  1. Los que aprovechan las oportunidades de beneficio, aprendiendo de los errores pasados para tratar de corregirlos (Kirzner, 1973). En este ámbito, las instituciones desempeñan un papel relevante, ya que favorecen la competitividad y generan los incentivos que necesitan los emprendedores.
  2. Los que hacen hincapié en el papel que tiene la incertidumbre (Knight, 1921). En este caso, prestan especial atención al entorno económico.
  3. Los empresarios que buscan los medios más adecuados para incrementar sus beneficios, poder y prestigio (Baumol, 1990).
  4. El empresario innovador (Schumpeter, 1911, 1942), consistente en introducir nuevos productos y procesos de producción.

 

  1. Actividad empresarial y crecimiento económico

En cuanto al análisis de la relación entre la actividad que realizan los empresarios y la política económica, los estudios realizados en este ámbito se pueden clasificar en cuatro grupos.

En primer lugar, el que estudia la relación entre empresarios y crecimiento. Tradicionalmente los modelos de crecimiento que se habían venido desarrollando a lo largo del pasado siglo no consideraban la relación directa que existía entre ambos. Va a ser a finales del pasado siglo y, especialmente en la primera década del presente siglo, cuando surge una gran cantidad de literatura en la que se muestra la relación positiva entre la actividad emprendedora y el crecimiento económico (Audretsch, 2006; Galindo y Méndez, 2014). En términos generales, se considera que los empresarios utilizan los recursos productivos de una forma adecuada, lo que aumenta la producción del país, a la vez que introducen innovaciones que les permiten ser más competitivos. Ello supone favorecer el empleo y aumentar el bienestar social del país (por ejemplo, Alpkan et al., 2010).

En segundo lugar, una vez establecida la relación directa entre ambas variables, los estudios que se centran en la necesidad de determinar los factores que podrían afectar positivamente al emprendimiento, lo que permitiría diseñar las medidas de política económica para estimularlo y, a través de él, favorecer el crecimiento económico.

En este ámbito, se ha analizado una gran cantidad de factores: algunos de ellos tradicionales, como la innovación y el capital humano, y otros más novedosos como los comportamientos socioculturales, el papel de las instituciones, la tecnología, especialmente la transformación digital y los dividendos digitales, la gobernanza, la distribución de la renta, el crédito (King y Levine, 1993), etc. También se ha considerado el papel que desempañaban las políticas públicas a la hora de favorecer esta actividad (Castaño et al., 2016).

En tercer lugar, los que consideran la necesidad de conocer el papel que desempeña el emprendimiento según la fase en la que se encontrara la economía. En este sentido, analizan si el emprendimiento podría tener un mayor efecto a la hora de favorecer el crecimiento en una etapa de crisis que en una fase expansiva o de recuperación (Martínez et al., 2020). Ello permitiría conocer en qué momento hay que fomentar más la actividad emprendedora y diseñar el tipo de medidas que habría que adoptar según la fase en la que nos encontremos. Las estimaciones realizadas muestran que el emprendimiento juega un papel más relevante en las fases previas a la crisis que durante la crisis y en el periodo de recuperación (Galindo-Martín et al., 2021a).

En este sentido, también se ha considerado la incidencia que puede tener un tercer factor a la hora de favorecer una relación a través de los llamados efectos de moderación y mediación (Fairchild y MacKinnon, 2009). Por ejemplo, considerando el estudio de Castaño et al. (2016), se encuentra un efecto mediación del emprendimiento en la relación entre capital humano y crecimiento económico, es decir, un mayor crecimiento económico se explica por un mejor capital humano y, a la vez, por la influencia que tiene el capital humano en la actividad emprendedora, y ésta en el crecimiento económico. Por otro lado, los efectos de moderación también resultan interesantes al mostrar cómo una tercera variable puede intensificar la relación de dos variables, o cambiar el sentido de dicha relación (Fairchild y MacKinnon, 2009). Este tipo de análisis adicionales permiten mejorar la comprensión sobre la secuencia de relaciones entre variables (Nitzl et al., 2016).

Finalmente, en los últimos años se ha considerado también el papel que juegan las motivaciones y los factores que pueden influir sobre ellas. No sólo se contemplan cuestiones relacionadas con el miedo al fracaso y las expectativas, sino también otras de carácter psicológico, como la pasión emprendedora, considerada como un estímulo para llevar a cabo una nueva actividad (Vallerand et al., 2003). Según sea dicha pasión, obsesiva (relacionada con la aceptación social) o armoniosa (referente a la importancia que tiene para el individuo), las medidas de política económica, especialmente las de carácter fiscal, podrían tener un menor efecto del esperado a la hora fomentar la actividad emprendedora (Galindo-Martín et al., 2023).

  1. Cuestiones de política económica

Ante la relación existente entre la actividad emprendedora y el crecimiento económico, cabe plantearse el papel que desempeñaría la política económica a la hora de incentivar dicha actividad (Castaño et al., 2016; Galindo-Martín et al., 2021b). En este sentido, los trabajos realizados en este ámbito, han indicado los efectos producidos por las políticas monetarias y fiscales. Respecto a la primera se indica que las alteraciones que se produzcan en los tipos de interés afectarán a las decisiones respecto a la creación de un nuevo negocio o de la expansión del existente, ya que en el caso de que aumentasen supondría un encarecimiento de la inversión que se tenga que realizar. En este ámbito es importante también evitar las restricciones de crédito que, también dificultaría las decisiones de inversión.

En cuanto a la política fiscal, su papel es diverso. Por un lado, las medidas tendentes a favorecer la formación del capital humano y la introducción de nuevas tecnologías, tienen un efecto positivo. Pero, por otro lado, dicho efecto se ve compensado e incluso superado en ocasiones, por el mayor endeudamiento público que, afecta negativamente a las expectativas de los emprendedores.

  1. Futuras investigaciones

La evolución que experimentan las economías y la mayor disponibilidad de datos ha llevado al desarrollo de nuevas investigaciones en este campo con el fin de conocer mejor qué factores son los que tienen mayor influencia en la actividad emprendedora, lo que permitirá diseñar medidas más adecuadas para favorecerla y, a través de ella, potenciar el crecimiento económico.

En este sentido, deben considerarse, en primer lugar, los estudios por grupos de países según sus características estructurales. En segundo lugar, habría que seguir profundizando en el análisis de la pasión emprendedora y contemplar también aspectos relacionados con las emociones. En tercer lugar, debe contemplarse la inclusión de los factores culturales y socioeconómicos, ya que tienen un papel relevante en el emprendimiento. La estructura social y cultural de un país es el entorno en el que el emprendedor va a desarrollar su actividad. El adecuado clima social junto con unas instituciones sólidas son elementos esenciales para incentivar la actividad emprendedora. En este sentido, la educación, el nivel de burocracia, las tensiones sociales, etc., son factores a tener en cuenta. Y, en cuarto lugar, debe considerarse el factor tecnológico, donde también se ha empezado a analizar el papel que desempeña la inteligencia artificial.

Finalmente, desde el punto de vista cuantitativo, se presentan diversas opciones para llevar a cabo el análisis de las interrelaciones entre diferentes variables, pudiéndose considerar los efectos feedback, cíclicos y de reciprocidad. Asimismo, aspectos como los análisis de suficiencia y necesidad pueden ser una opción interesante para mejorar el diseño de políticas y priorizar medidas. Los análisis de interrelación son cada vez más necesarios para comprender mejor los comportamientos conjuntos, y las metodologías empíricas son cada vez más amplias para entender cómo se generan estas relaciones.

Bibliografía

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