Noticias 47 – 13

Las metamorfosis del trabajo y de la relación salarial. El caso español

(Por Josep Banyuls Unitat d’Investigació d’Economia del Treball i Política Laboral – ECOLAB Universitat de València)

Estoy convencido que Carlos Prieto es un autor desconocido para la gran mayoría de lectoras y lectores de esta publicación. La causa seguramente reside en la fragmentación del análisis de la realidad en la que estamos inmersos y en la que los campos del conocimiento no suelen entrecruzarse. Sociología y economía hace años que desgraciadamente se separaron. La sociología dejó a la economía como observadora única del mercado y la economía convencional cada vez más dominante se «desprendió» de la dinámica social y las instituciones para explicar los fenómenos económicos (Fernández 1998). El empeño por establecer una «economía positiva» y la construcción de modelos matemáticos imperó más que valorar si realmente esos modelos servían para algo. Desde la sociología esta separación se ha enmendado en los últimos años con la sociología económica o socioeconomía, a partir la cual se redefinen en términos sociológicos las cuestiones tradicionalmente tratadas por la economía y que, en muchos aspectos, se aproxima a la economía política.

Carlos Prieto es uno de los sociólogos de lectura obligada para cualquier persona que quiera estudiar con rigor el ámbito laboral de una economía, y especialmente de la economía española. Sus trabajos encuadran perfectamente en la reflexión que inicia esta reseña: estudiar hechos económicos, en su caso el mercado laboral, considerando que la realidad económica está inherentemente unida a la realidad social y política. En el caso que nos ocupa el objetivo es analizar cómo se ha transformado la norma social de empleo en España y cuáles han sido los vectores fuerza de los cambios. Para Prieto el empleo no es «actividad o trabajo remunerado sin más como suelen sostener los economistas, sino trabajo remunerado realizado en unas condiciones que se hallan exigidas socialmente».

Divide el análisis en distintos períodos y aborda con mucha profundidad qué ocurre en cada uno de ellos: cuáles son los cambios económicos, los actores sociales principales y sus estrategias, el contexto político, la intervención pública, los valores sociales dominantes que afectan al trabajo, etc. El estudio que lleva a cabo en cada período es muy detallado y con mucha información, llegando en algún momento a abrumar. Pero es precisamente en ese análisis tan minucioso donde está la riqueza del libro ya que permite entender los elementos no estrictamente económicos que están detrás de los cambios en la norma social de empleo.

Inicia el análisis en el período pre-moderno, donde el trabajo no existe tal y como lo concebimos hoy en día. Como describe Naredo (2006), es un momento en el cual no hay separación entre tiempo de trabajo-no trabajo, pero sí normas y valores sociales que estructuran la actividad productiva (el empleo). Posteriormente aborda dos períodos clave: cuando el trabajo pasa a ser un pilar de un nuevo orden social y cuando se generaliza la relación salarial. Estos dos períodos son la parte central del libro y el autor dedica tres capítulos a su análisis detallado abordando en el caso de España cómo se conforma la sociedad asalariada. A continuación, se examina la crisis del empleo standard en los años recientes en España y la nueva norma social de empleo que emerge y que él denomina flexible-empresarial. No voy a profundizar en los contenidos que se plantean en cada período. Eso queda para que el futuro lector o lectora lo descubra y disfrute. Sí que quería reseñar un par de reflexiones sobre las políticas de empleo en los años recientes y su interacción estrecha con los valores sociales como muestra de los debates que se plantean en el libro.

Uno de los períodos analizados es la expansión de la norma standard de empleo, con las peculiaridades que presentó en el caso de España. Esta es la norma que ha predominado en las sociedades occidentales en el siglo pasado hasta la década de los ochenta y en la que había un consenso generalizado sobre dos aspectos: a) trabajo es toda actividad productiva remunerada, y básicamente en forma de trabajo asalariado; b) el trabajo es la actividad fundamental alrededor de la cual las sociedades articulan su cohesión interna y otorga a las personas un lugar en la sociedad. Estos consensos implicaban que el empleo es la forma básica de integración social y de repartir los éxitos del crecimiento económico capitalista entre la ciudadanía a partir del empleo asalariado. Es por ello que la mayoría del empleo creado era standard (a tiempo completo, con contrato indefinido y con condiciones laborales reguladas) y que el objetivo de las políticas económicas era reducir al máximo el nivel de paro. Existe una «obligación moral» del Estado garantizando el bienestar de la sociedad con los logros del capitalismo. No es de extrañar que son precisamente estos los años en los que se establecen la mayoría de los sistemas de protección del empleo. El título del informe de Beveridge (1989) publicado en 1944 es bastante elocuente al respecto: Pleno empleo en una sociedad libre. El keynesianismo ya mostró la importancia el empleo estable y de calidad para el crecimiento económico.

Lo que nos muestra Prieto es su importancia para mantener el orden y la paz social, y cómo las políticas de empleo juegan ese papel. Pero eso tiene lugar en un contexto concreto en términos de organización económica, productiva, social y política que él analiza con detalle. Prieto muestra también la fractura de ese modelo a partir de la década de los ochenta del siglo pasado y cómo esto modifica las políticas de empleo, centrándose en dos vectores de cambio. Por una parte, la sustitución del «buen empleo» por cualquier empleo, frecuentemente (y en especial para determinados colectivos) flexible y precario. La crisis de los setenta y la necesidad de flexibilidad productiva hacen que se legitime como normal cualquier empleo, bien sea temporal, a tiempo parcial o autoempleo, en la misma categoría que el empleo por tiempo indefinido. La derivada de esto es que el empleo atípico y precario políticamente pasa a ser también un empleo justo, con un cuestionamiento institucional de la norma social de empleo previa. Las políticas públicas en ese contexto no tienen la «obligación moral» de garantizar el buen empleo, a veces ni siquiera el empleo, y por lo tanto este tampoco es ya un elemento de integración social. En gran medida se descarga la responsabilidad de tener o no un empleo en la persona, no en la política pública. La persona está parada porque tiene un salario de reserva alto, porque no sabe buscar, porque toma decisiones erróneas, porque no se ha formado lo suficiente… Incluso se plantea que los sistemas de protección son desincentivadores y «malos» para las políticas de empleo. El Estado pierde relevancia en la articulación social y como garante del bienestar a favor del mercado, del individuo y del empoderamiento empresarial.

La otra gran transformación es la feminización del empleo. Y no solo por la mayor presencia de mujeres en el mercado laboral sino por el replanteamiento de las relaciones sociales y la relación salarial. El cambio pone de manifiesto que el trabajo no es solo lo que se realiza en el ámbito del mercado, sino también, fuera de él, y que el mercado de trabajo no existiría sin la actividad que se lleva a cabo en la esfera reproductiva. Hay un proceso extractivo de trabajo que no se contabiliza pero que es necesario para la producción mercantil. Pero también pone de manifiesto que el espacio visible de las economías (el mercado) ha sido ocupado masivamente por los hombres y que las actividades invisibles y no remuneradas han sido ocupadas por las mujeres. El trabajo ya no es solo empleo sino un conjunto de actividades que articulan y permiten la reproducción social, pero en gran medida son invisibles.

Todos estos cambios hacen que el empleo ya no tenga el sentido ni la centralidad social que tenía en los años del consenso keynesiano fordista. Se ha puesto de manifiesto que el trabajo no remunerado también es trabajo, que el empleo no es garantía de integración social ni condiciones de vida dignas, que un mayor nivel de formación no necesariamente conlleva mejor puesto de trabajo en términos salariales y de estabilidad, la flexibilidad productiva y laboral también es flexibilidad vital y no siempre son compatibles. Todo esto ha cuestionado el papel de las políticas de empleo y sus objetivos. Obviamente las políticas de gestión de demanda agregada continúan aplicándose, pero Prieto incide en el hecho de que el empleo creado no es garantía de integración social. Es aquí donde el autor apunta algunas reflexiones sobre los debates futuros de las políticas de empleo. Para él un ejemplo claro de la nueva orientación son las propuestas que plantea la OIT del trabajo decente como objetivo (Trabajo decente | International Labour Organization), pero también los debates sobre la conciliación o la reducción del tiempo de trabajo. En definitiva, un libro a tener en cuenta para los debates futuros en materia de política de empleo.


Bibliografía

Beveridge, William Henry (1989): Pleno empleo en una sociedad libre, Madrid, Ministerio de Trabajo y Seguridad Social.

Fernández, Mariano (1998): Economia y sociología. Para un análisis sociológico de la realidad económica, Madrid, Centro de Investigaciones Sociológicas.

Naredo, José Manuel (2006): Raíces económicas del deterioro ecológico y social. Más allá de los dogmas, Madrid, Editorial Siglo XXI (especialmente el capítulo 7: «Revisión de la mitología del trabajo y de la producción»).

Polanyi, Karl (1989): La Gran Transformación, Madrid, Ediciones La Piqueta.



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